sábado, 14 de abril de 2012

Final y comienzo.

Con cada entrada nueva me convenzo más de que esto parece más un diario que otra cosa. Pero bueno, por algo es mi cajón de pensamientos.

Realmente no veo por dónde empezar, pues en las últimas 48 horas han sucedido muchas cosas y se me está haciendo un poco difícil asimilarlas. "Nunca llueve eternamente", una de las más famosas frases (si no la más) de la película El Cuervo. Y al igual que nunca llueve eternamente, nunca luce el sol eternamente, y tanto las cosas buenas como las malas empiezan y acaban.

Ayer nos dijimos adiós, un adiós definitivo, rotundo e irreversible. Un adiós doloroso como un puñal clavado en el corazón, un adiós que puso sobre mis hombros un negro manto de tristeza y agonía.

Sin embargo no puedo dejarme caer en el pozo de oscuridad que se cruza en mi camino, no puedo permitirme caer en la autocompasión. He de obligarme a mirar al rayo de luz que está detrás del pozo, rodear  éste y continuar mi camino en la claridad y la esperanza.

Han sido momentos malos y momentos buenos, como en toda relación, hemos tenido risas y hemos llorado, hemos tenido palabras de amor y de dolor. No me arrepiento de haberme enamorado.

Sin embargo aun hay algunas espinas en mi alma, espinas que desangran mi corazón desde dentro. A pesar de haber aceptado el final de esta etapa sigo encogiéndome al pensar que esta noche, y la semana que viene, y la siguiente conmartirá el calor de las sábanas con él, serán sus besos los que encuentre en la noche y sus caricias las que la despierten por la mañana. No puedo hacer nada por cambiar esta situación, pero tampoco puedo evitar pensar en ello.

Pero el dolor puede ser un poderoso aliado, puede ser una poderosa armadura forjada en los fuegos del corazón, templada con la fría mente y colocada pieza a pieza por las callosas manos del experimentado.

Hoy comienza una nueva era para mí, un nuevo propósito que he de cumplir fielmente. Mi nueva armadura me ayudará en mi misión, protegiendo mi corazón y manteniendo dentro un recuerdo. Y a pesar de que una parte de ese recuerdo es en extremo dolorosa, otra me ayuda a dar un paso más, y otro, y otro, y otro...

Gracias, Cristina, por ser mi armadura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario